En Remedios, provincia de Villa Clara, en el centro de
Cuba, se reconstruye un hotel ‘con encanto’: el Barcelona. Seguro que el próximo año estará perfectamente
habilitado, para que los viajeros detengan sus ansias de playa algún día y
disfruten de este característico pueblo colonial, antes de lanzarse al
pedraplenado viaducto que durante más de cuarenta kilómetros atraviesa mares y
manglares para llegar al Cayo Santa María.
Y es que la villa de San Juan de los Remedios, octava
villa fundada por los españoles en el siglo XVI, cuyo Centro Histórico fue
declarado Monumento Nacional en 1980, rebosa encantos y necesita alojamientos.
La plaza de José Martí.
Flanqueada por las iglesias de Nuestra Señora del Buen
Viaje y la Parroquial Mayor de San Juan Bautista, esta plaza, que antaño llevó
los nombres ‘de la Parroquial’ y ‘de Isabel II’, cuenta con su particular
estatua de la libertad, de mármol de Carrara (del escultor Carlos Nicoly
Manfredy), y una buena representación de la interesante tipología constructiva
colonial, con edificios bajos y porticados, equilibradas fachadas de huecos
enrejados, balcones y azoteas protegidos con balaustres y pintorescos nombres
metropolitanos o afrancesados.
Hay que destacar la casa del Alférez Real y la de las
Arcadas.
A la sombra de los flamboyanes, la banda interpreta
bellas piezas de otros años, sin hacer caso del quiosco de la música, que
aparece flamante y vacío en el centro.
Y, aunque los metales no brillan, las manos de varios
colores abren y cierran llaves y agujeros para administrar el viento y lograr
la armonía al compás de los timbales.
Las iglesias
Es en sus dos templos, dedicados a la religión católica,
donde tiene sus mejores atractivos. El más antiguo, el de San Juan, alberga un
rico retablo labrado en cedro y totalmente cubierto de láminas de oro, cuya
restauración fue costeada por el millonario Eutimio Falla, entre 1944 y 1954,
aunque su pieza más conocida es una imagen policromada de la Inmaculada
Concepción en avanzado ‘estado de buena esperanza’, perteneciente a la escuela
Sevillana. Parece ser que es la única
imagen de América que representa a la Virgen María embarazada.
Sobre la otra iglesia, la del Buen Viaje, circula una
curiosa leyenda. En el año 1600 recuperaron del naufragio de un buque
procedente de Barcelona, la imagen de la Virgen con el Niño y, aunque la
instalaron en la parroquial, misteriosamente volvía una y otra vez a la casa
del esclavo que la custodiaba. Por ello decidieron construir en ese lugar el
nuevo templo, a pesar de su proximidad.
Las parrandas
Dicen que el origen de esta popular fiesta está también
en la iglesia. En una misa del gallo, movido por la escasa asistencia de
feligreses, el cura animó a los jóvenes a salir a la calle alborotando con
instrumentos y cacerolas para despertar a la población y que todos participasen
en el culto.
Esto se fue repitiendo y ‘mejorando’ en años sucesivos
hasta derivar en la actual ‘batalla’ de carrozas y charangas, a cargo de la
juventud de dos barrios rivales. Su día grande es el 24 de diciembre.
El órgano
De Francia llegó, por la bahía de Cienfuegos, el órgano
oriental que se exhibe delante del bar
‘El Parrandero’. Este instrumento, dizque tradicional en el Oriente cubano,
funciona dando manivela para que el aire presione la sucesión de plaquetas de
madera, convenientemente taladradas y acanaladas, que se deslizan en su
interior.
El ‘ponche de la parroquia’
Hemos visto como lo preparaban en plena calle, con una
cacerola de barro sobre un hornillo del mismo material. Consiste en una
infusión de caña santa, con canela y naranja, a la que se va añadiendo leche y
ron. El resultado es excelente y del origen de esta bebida nos
dice mucho su nombre.
El Museo de la Música
Hay quien dice que lo más interesante de Remedios es el
museo de la música, dedicado al compositor Alejandro García Caturla (Remedios
1907 -1940), ‘el temperamento musical más rico y generoso aparecido en Cuba’,
en autorizadas palabras de Alejo Carpentier.
A pesar de haber vivido sólo treinta y tres años, destacó
en el mundo del Derecho, como juez, y realizó una intensa actividad cultural
enmarcada en sus firmes convicciones sociales. Como compositor, fue famoso
sobre todo por incorporar los ritmos afrocubanos a la música sinfónica.
La comida
Como despedida disfrutamos de una típica comida cubana en
el restaurante El Curujey, sito en un
rancho próximo, denominado Finca la Cabaña.
Todo empezó sin extraordinarios, porque en Cuba que te reciban
con música no es raro. Allí estaba un trío, con su guitarra, su tres y sus
timbales, en un escenario de palmas reales y sonido sin alteración. Más allá,
un hombre con pinta de patrón procuraba sombra para la yunta de bueyes
exhibidos.
La barbacoa estaba preparada con un cerdo entero, que un
experto cocinero iba despiezando al ritmo del desfile de platos. Pronto se
ocuparon las mesas y se degustaron las viandas. El cerdo asado y el tachino
relleno de res se acompañaron con frijoles, malanga y patata. Todo era sencillo
y sabroso.
El grupo de danza, con atuendos campestres, amenizó el
yantar y todos aguardábamos el desmoche del palmiche, ajenos todavía al asombro
que nos envolvería.
El desmoche de la palma real
Ñico preparó sus cuerdas y, antes de que reaccionásemos,
ya trepaba alternando el peso, ora sobre su pie izquierdo, que se apoyaba en el
tronco sujetándose al estribo, ora colgado de su muslo derecho. Y así hasta la
copa, a treinta y dos metros de altura. Ñico llevaba en la cintura un serrucho
y el extremo del cable que serviría de ‘teleférico’ para deslizar el palmiche
sin que reventasen los racimos.
Desmochó la palma, dando instrucciones para el correcto
tensado del cable, y fue soltando el fruto, cuya velocidad se multiplicaba
hasta que los avezados ayudantes de tierra lo frenaban con un simple movimiento
de brazos.
Sólo faltaba bajar. Todos contuvimos la respiración mientras
descendía, aunque su rostro tenía la misma expresión despreocupada. Aún se
prestó a explicar su método de trepa a algún colega que no pasó del intento.
Este es Antonio Alonso Rodríguez alias ‘Ñico’, que tiene
sesenta y nueve años y lleva haciéndolo desde los catorce, sin asomo de vértigo
y sin perder el sombrero.
Como vemos, hay sobrados y variadísimos motivos para
detenerse en esta villa. Con todo, nos atrevemos a afirmar que el mayor
atractivo de Remedios es su gente, amable, alegre e incansable en sus
manifestaciones culturales y en sus atenciones al forastero. Sólo por eso vale
la pena la visita.
Texto y fotos: Manolo Bustabad Rapa. Más información en
la web de Turismo de Cuba: Cubatravel